Con las motos eléctricas se reduce en gran medida las emisiones de CO2 a la atmósfera, por lo que conseguimos que el aire que respiramos esté más limpio y sea más saludable. No hay que olvidar que los niveles de contaminación en grandes ciudades como Madrid o Barcelona son alarmantes y que se han llegado a establecer protocolos tanto para la circulación en día concretos. El objetivo es que en 2040 ya no se vendan vehículos de diésel ni de gasolina.
El medioambiental y, por ende, nuestro futuro son los grandes beneficiarios de la decisión de adquirir un vehículo eléctrico. Sin embargo, no son los únicos. Comprar un medio de transporte de estas características también supone un ahorro económico. Repostar es más barato puesto que el precio de la luz no es comparable al del diésel o la gasolina. Además, hay una gran cantidad de puntos de recarga gratuitos.
Las reparaciones son infinitamente más baratas, dado que una moto eléctrica carece de tubo de escape, bomba de gasolina, filtros, etc. Únicamente un motor eléctrico y piezas de fácil sustitución y reparación. Esto implicará menos gastos y menos visitas incómodas al taller.
Por si fuera poco, cuando adquirimos una moto eléctrica decimos adiós a esos molestos ruidos de su motor y a los olores que este emite. Vale, casi todos estaremos de acuerdo en que los potentes ruidos de las motos son una parte fundamental de su encanto, pero si tu objetivo es desplazarte siendo lo más ecológico posible… no debería importarte mucho.
Las motos eléctricas carecen de marchas, por lo que son tan fáciles de conducir como un scooter básico. Simplemente hará falta acelerar y frenar, sin necesidad de coordinar pies o manos.
Como es evidente, con las motos eléctricas podremos acceder a cualquier parte de las grandes ciudades. En los últimos años se ha empezado a restringir el acceso a cierto tipo de vehículos especialmente contaminantes a las almendras centrales de estas ciudades, con lo cual con una moto eléctrica nos aseguramos un acceso total a ellas.